Cuando deje mi aldehuela,
donde solo hambre se pasaba,
fui a la ciudad para servir de criada
a la casa de un apuesto poeta
que no podía pagarme
y vivía en la pobreza.
Me decía que yo era su inspiración,
su musa del Olímpo
la llamada Calíope,
por mi sencilla elocuencia.
Me enseñó a leer y a escribir,
conmigo se deleitaba,
y hasta me pedía opinión
para terminar unas líneas
o unos versos que, de tercos,
carecían de cadencia
o tampoco le rimaban.
¡Ay! ¡Pobre poeta mío!
Aunque muchísimo le quería,
y él mucho a mi me amaba,
de “sopa de letras”,
de estrofas y rimas
allí así se vivía,
y de hambre se moría.
Una mañana me despedí
de mi trovador
con el estómago vacío,
los ojos humedecidos,
y congoja en el alma mía.
Me marche a servir
a casa de un militar,
de un rango muy elevado,
nada menos y nada más,
que era un capitán general.
Acepte a quedarme sin paga,
tan solo por la comida.
¡Qué desengaño, Señor Jesús!
¡Qué desengaño, Virgen María!
Comían mejor que yo,
el loro, el perro y el gato.
Yo me mataba a limpiar
mientras los animales
como señores zampaban,
regalados como príncipes vivían.
De nuevo encontré trabajo
en una casa de mucha opulencia,
pocos dineros pagaban
pero mi corazón me decía que,
entre tanto despilfarro,
al servicio no le faltaría
buenas tazas de leche,
y pan recién horneado.
Otra vez me equivoqué
pues, las fámulas antiguas,
me pusieron de fregona,
se cebaban a comer,
y a mi me dejaban las migas.
Comer era mi obsesión,
hambruna se pasó en mi casa,
tanta hambre se pasó,
que siendo yo muy niña,
mi madre en un prado
fue enterrada porque,
de hambruna murió.
Estaba visto y comprobado
que allá a donde fuese
no probaría bocado.
Hambre por hambre, pensé,
me vuelvo con mi poeta
a comer “sopa de letras”,
versos, rimas y pareados,
que me llene de dulces besos,
y yo me dormiré en sus brazos. ♥
Carmen Úbeda Ferrer.
Valencia 25 junio 2023