Miré el predictor y una ola de alegría recorrió todo mi cuerpo. Hacía un tiempo que soñaba con darle un hermano a mi hijo. No quería que se criara sin hermanos.
Llena de contento desperté a mi marido que dormía como un bendito.
-Cariño, cariño, estoy embarazada.
-¿Estás segura? Contestó con los ojos iluminados por la alegría.
-Si, estoy segura, el predictor no miente.
-¡Que alegría! le daremos un hermanito a nuestro hijo.
-O una hermanita, ¿te imaginas? una niña la parejita.
-No sueñes tanto, mujer, que nazca sano es lo principal.
-Si, es verdad, que nazca sano, pero, ¡si fuese una niña!
Mi hijo era dicharachero, feliz y muy curioso. Siempre estaba preguntando por las cosas más inverosímiles.
Un día se acercó a mí y me preguntó tocándome el vientre.
-Mamá, mamá, ¿qué tienes en la barriga que la tienes tan gorda?
-Es tu hermanito.
-¿Mi hermanito? ¡Yo no lo veo!
-No mi amor, porque todavía no ha nacido.
-¿Y cuando nacerá?
-Para septiembre, aún falta mucho tiempo.
-Mamá, mamá, ¿para quien es esta cuna?
-Es para tu hermanito.
-¡Ah! ¿Y por qué no duerme conmigo?
-Porque será muy pequeñito y le podrías hacer daño.
-¿Y podré jugar con él?
-Claro que sí.
-¿Y tendrá chupete? ¿Le guardo el mío? porque yo ya soy grande.
-Papá, papá, arregla este camión que se le han roto las ruedas, y mi pelota está desinflada, arréglala que se la guardaré para mi hermanito.
Siete meses ya, y qué felices éramos los tres.
-cariño pon aquí la mano.
-¡Cómo se mueve y cuantas pataditas pega, será futbolista!
-No, no, será una niña y será lo que ella quiera.
-No te hagas tantas ilusiones mujer, siempre te lo digo, lo importante es que nazca sano.
-Sí, que nazca sano.
Un dolor insoportable me despertó. Enseguida comprendí que estaba de parto a pesar de que solo había cumplido siete meses de embarazo.
-Cariño, cariño, despierta que ya ha llegado la hora.
-No puede ser, si sólo son siete meses.
-Sí, sí, pero no hay duda, estoy de parto.
La hora ha llegado, mi hijo ha nacido.
Médicos corriendo, enfermeras murmurando bajito, caras serias y un silencio sepulcral.
-¿Que pasa? ¡Por Dios! ¿Qué pasa?
Silencio, silencio. Y de pronto lo comprendí, ¿está muerto? me atreví a preguntar.
-Si, está muerta, es una niña.
-¡Quiero verla!
-No, mejor que no.
-Por favor quiero verla.
-No, no, mejor no.
Se la llevaron, ni siquiera pude ver su carita.
¡Qué vacío en mi vientre! ¡Que vacío en mis entrañas y qué desvarío en mi mente!
La vuelta a casa fue un duro golpe también para mi hijo.
-Mamá, mamá, ¿porqué estás tan triste?
-¿Por qué ya no te ríes? y ¿Por qué tu barriga ya no está gorda?
-Porque ya ha nacido tu hermanita.
-¿Ya ha nacido? y ¿Dónde está?
Corrió hacia la cuna con las manos extendidas.
-¿Dónde está mamá, dónde está mi hermanita?
-Está en el cielo, mi amor.
-¿En el cielo, y por qué está en el cielo?
-Porque a Dios le faltaba un ángel
-Pero mamá, Dios tiene muchos ángeles, y yo no tengo hermanita.
Sacó la caja de los juguetes y con rabia le dio una patada a la pelota rompiendo los vidrios de la ventana.
Cogió el camión en sus manos y de un tirón le arrancó las ruedas.
Mi hermanita ya no lo necesita, y yo no lo quiero.
Se metió el chupete en la boca. Las lágrimas le corrían por sus mejillas.
-Mamá, y yo ahora ¿con quien jugaré?
Fui hacia un armario y saqué una caja atada con cintas de colores; la abrí muy despacito.
-Ven cariño, ¿quieres que juguemos con esta muñeca?