Como la hormiga
que cruza las cuerdas
de los tendederos viejos...
Ya olvidados, porque nadie
les tiende aquellas capas
en las que se guardan los miedos.
Mira al vacío, cruza...
La funambulista observa el fondo
en aquel patio donde se respiran
los ecos del trasiego,
se le unen por sus ventanas
reptando como lagartos de la noche.
Mas aquí
aún se oye al vencejo,
a la golondrina...
Por las noches
entra el batir de las alas
de los vampiros.
Es un patio roído por el tiempo,
donde muchas miradas cansadas
se hallan en su suelo.
Donde los vapores de la comida
dan la esperanza
de que en este rincón
el pueblo tiene la tripa llena.
Aún la luna y el sol algo iluminan.
Es una cárcel bien situada,
pues los campos que una vez fueron
se ven por los entresijos,
desde la mirada despierta.
Sálvate, Jaén,
salva a tu orquesta.