REGRESAS
encendida y mágica,
y tus pasos mudos, ciegos,
cubren en lontananza el
triste remedo de tu voz.
Regresas a mí, cuando
la algarada de tus voces
diluyen el sosiego de mi alma,
mi espíritu y mi carne.
Regresas frágil, cautiva
en la hora de la cena,
cuando el pan se ha quemado en la
puerta del horno.
Regresas indemne, fogosa,
cuando el oráculo de tu suerte
profetiza la agonía miserable
de tu amor y el mío.
Regresas cuando los óbolos rotos de un enigma,
que surcan manchado,
los ensalmos de un vivir, así...
que presupone, reparos ilusorios,
cuando yo en infortunio me marcho.