Si has dicho que he enloquecido a causa de herirme y ha ayudado a aliviarte, está bien, para mi psique nunca ha sido un insulto.
Tengo mis propias características y puede que ello a fin de cuentas ha sido siempre lo que para mí, en mí, me identifique.
La gente que se vanagloria en la prudencia y en la sensatez en últimos términos también daña, peor aún, mucho de ello es a conciencia de eso que llaman cordura.
Si has dicho que he enloquecido porque no me muevo a cordialidad de tus antojos, por mí está bien, eso significa que tengo criterio propio.
Las palabras una vez dichas no se deshacen, eso es cierto, pero tampoco nos definen.
Sin embargo, si lo que venimos labrando de día a día, poco a poquito.
Hacemos de nosotros lo que mejor le parece a nuestra propia conciencia.
Así que,
Si has dicho que he enloquecido…
Es mejor estar en ese estado que ser siempre lo mismo.
Si has dicho más que eso, eso permanece en un estado anímico que no se desarrolla.
Sin embargo, no esperes un perdón cuando se termine esa rabia caprichosa.
Tus palabras y tus decires ni siquiera ameritan el perdón o el no perdón que me tranquiliza.
No logras siquiera pellizcarme.
No logras siquiera un poco definirme…
No logras tocarme el alma de todas formas.
Una molécula de arena en medio de la oceánica alma que conforma mi persona.
¿Y quién pueda decir al final de cuentas si enloquecer no sea el arte más prodigioso que desconozca el mundo?
Quizá más que una ofensa me dijiste un atributo.