Las letras que se caen de la pluma, van llenando los espacios en blanco mientras pasan las horas de un reloj que nunca para.
Paisajes de amaneceres y tardes frescas, se suben por las paredes de la imaginación, curvando las realidades que se van apilando como cartas sin leer.
Historias de amor y desvelos se clavan en el pecho con el ahogo triste de presentir la ausencia de espectativas
Y vamos de la mano de nuestros miedos con las pequeñas cosas que nos aferran a vidas de rutina.
Donde nuestros sueños son prestados y ajenos.