Ojos de solitario,
que se sorprendían mirando furtivamente,
a la muchacha liberal que se movía por el salón,
con la intensidad de péndulo,
oscilante entre belleza y sublimidad,
como si fuese la primera experiencia de un adolescente,
que espía por las ranuras,
buscando algo más allá que una simple figura.
A veces cierro los ojos y vuelvo a esa vieja escena,
que desfigura los minuteros para convertirse en historia,
como intentando unir el pasado con el grito incoherente,
casi orgásmico de anhelos y deseos,
es como si la noche junto a tu cuerpo,
se transformará en máquina del tiempo,
para volver a aquel primer beso,
o a la primera caricia que aceleró el latido,
que instruyó al alma para que se desnudara sin complejos.
Es curioso, sentir que de nuevo me sorprendo frente a tus ojos,
como si mi corazón descubriera finalmente su inherencia,
y en lo abstracto del soñar encontrará su realidad,
como si la imagen de tus ojos,
tuviese su propia expresión de soledad,
que se fusiona con la mía,
para dar sentido memorable a la oscuridad de la noche,
a la intensa vibración de tu cuerpo desnudo junto al mío.
Imagínate, ahora tú y yo compartiendo la vida,
hablando finalmente por noches interminables,
deshojando nuestra historia entre caricias y murmullos,
ahora tú y yo, limpiando los viejos ceniceros del pasado,
para dar paso a nuevos latidos,
ahora tú amamantando la vida y yo abrazándolos con mis sueños,
parece una rara comunión de pasado y futuro,
con la expresión incoherente de deseo y objetividad.
Hemos aprendido de amor, mirando nuestros ojos solitarios,
con la vivencia de noches frías entre sábanas vacías,
degustando olvidos con intensa sapidez a nosotros mismos,
hasta llegar a este verdadero amor, tuyo y mío.
A la integra imagen de mi propia vida,
descansando mansamente en tu pecho,
sin sollozos reprimidos, sin castigos ni culpas.
Imagínate ahora tú y yo juntos en noches interminables.
Tu cuerpo junto al mío, sin ojos solitarios.