Nitsuga Amano

ErmitaƱo

En la soledad de su refugio, el poeta viejo,
con canas que adornan su rostro cansado,
busca la esencia del verso perfecto,
en el eco de sus sueños, encadenado.

 

 

Sus manos, testigos de pasados días,
rabian de impotencia en su afán de crear,
mas el poema se escapa entre sombras sombrías,
y la pluma, en el papel, se resiste a dibujar.

 

 

Las palabras fluyen con lentitud pausada,
como ríos que surcan el tiempo sin cesar,
y el poeta, en su espera desesperada,
añora la musa que se niega a encontrar.

 

 

Pero en su refugio solitario, aprende el ermitaño,
que la inspiración no es esclava de su voluntad,
es un misterio que escapa de su mano,
y solo cuando se entrega, la halla en su verdad.

 

 

En la quietud de su retiro, medita y reflexiona,
sobre la fugacidad de la fama y del aplauso,
pues sabe que el verdadero legado que abandona,
es el eco eterno de su voz, en un mundo cauto.

 

 

Así, en la soledad de su refugio secreto,
el ermitaño-poeta encuentra su morada,
y aunque sus versos sean pocos y discretos,
su sabiduría trasciende, eterna y alabada.

 

 

Pues no es en el ruido del mundo y la prisa,
donde el verdadero significado se halla,
sino en el silencio, donde el alma se desliza,
y encuentra la esencia, sin tiempo ni batalla.

 

 

En la soledad del ermitaño reposa la verdad,
un eco que perdura más allá de la historia,
y en sus versos, el ser humano encuentra su identidad,
en la búsqueda eterna de la luz y la memoria.