También en mi corazón
están floreciendo
los almendros.
Todo es ahora más liviano,
más sutil, más tranquilo,
y ando por las calles
como esas esporas
que se dejan llevar
jugando con la luz
por encima del tráfico.
Las calles me sonríen
con una benevolencia
que me parece nueva
y el alma se sorprende
cuando miro las cosas
con la mirada limpia
de cuando era niño.
Todo se transfigura
con una luz distinta,
como si amaneciera
cada vez que los ojos
buscan una ventana
a través de los árboles.
Presiento que ya salgo
del frío de la noche
porque en mi corazón
están floreciendo
los almendros.