Ella ya descubrió
el precio de ser amante:
sensaciones segundas,
otoños galantes.
Ella, rumor en el parque
de los niños jugar:
doncella y virgen
al compás de la Oscuridad:
“Sí. Nada que perder.
El tiempo ha de correr.
El ocaso grita ‘¡Oui!’.
No sé qué decir.
Me quiero morir
si no estás aquí”.
…
Ante el Abismo que
le mira y viceversa,
la amante es un
sueño sin sueños:
Suyo no es. Mas sí
de él. Rompe el piso
muerde el polvo
acaba pronto:
“Sí. Nada que perder.
El tiempo ha de correr.
El ocaso grita ‘¡Oui!’.
No sé qué decir.
Me quiero morir
si no estás aquí”.
…
Ese es el precio:
su dolor, sus placeres.
No existen secretos:
le espera la muerte:
Uno, dos: oscuridad.
Tres, cuatro: fosfeno.
Cinco, seis: abismo.
Siete, ocho: eigengrau.
Polvo sobre polvo
olvido, real recuerdo
Nergal, Seol, Hades.
Fin de la amante.
Ninguno a la vista
olvidará su nombre.