La vida me dió varias oportunidades para enamorarme...
Para sonreír, para salvarme.
Y me puso en frente mujeres que llenaban ciertas partes de mí.
Pero jamás me sentí completo, satisfecho, extasiado.
Y no, no me refiero al sexo.
Me refiero a la sensación de calma, de refugio, de querer derramar todo de si en unos brazos.
Y fué así, cuando la conocí.
Sin saberlo, sin predecirlo, sin planearlo, yo fuí a caer directo al caos de su belleza, a la temerosidad de su sonrisa.
Me detuve en sus sombras a dialogar con sus demonios.
A besar sus insomnios.
A pelear con sus tristezas.
Y fué ahí en aquella tormenta que lleva por alma.
Fué ahí que me encontré, donde sentí la calma anhelada, donde cuidarla le daba sentido a mi vida, y al mismo tiempo...
Miedo.
Ese miedo que me provoca un dolor en el corazón cuando sonrío, el día que cuando me habla mi mundo tiembla, se me inmutan las piernas, porque se siente bien, tan bien que desearía que jamás se termine...
Quiero ofrecerle todo lo que tengo.
Pero si no lo quiere...
No le sirve.
O no le alcanza.
Todavia tengo una última cosa para ofrecerle...
Amor en Libertad.
Porque, es que el destino me la ha jugado tantas veces , que acepto si al final, su felicidad no va sostenida de mi mano.
Pero anhelo que el tiempo me permita conquistarla y pueda ser feliz a su lado