Es difícil comenzar un poema,
el blanco del papel lo llena todo
hasta que las primeras palabras
superan el crítico momento
y quedan modeladas en la página nívea.
Es entonces cuando esas palabras evocan,
como un conjuro, una conjunción de ideas y grafías,
de sentimiento y emociones
y todo comienza a tener sentido.
Tú eres, hoy, mi lector ideal,
sé que estás ahí, al otro lado
con este poema en tus manos.
Es tu momento para dictar sentencia:
¿Aceptación, rechazo?
La línea roja entre la papelera
y la pequeña gloria es muy delgada.
Tu media sonrisa y tu expresión soñadora
son como rosas blancas en mi jardín.