Malévola tu miseria, que debió morir
en el rincón último del último de tus latidos...
Vives aún, tras robar la expiación
de todas tus traiciones, hasta ayer recluidas
en los infiernos, aprovechando el descuido
de unos primerizos diablos, descuidados
en la aplicación de los obligados tormentos.
Huyeron con el tesoro completo de
desvarios: escalofríos entremezclados
con amarguras sin perdón; acusaciones y besos
de traicionero silencio; reavivados
recuerdos del desprecio más crudo...
Por botín tan valioso, fueron recibidos
como tú mejor sabías: los devoraste, mientras
disfrutabas de tu mayor desdén.
Gracias a este suceso, tienes ahora argumentos
más que suficientes como para ignorar
nuestros ruegos más tristes y trágicos.
La consciencia de tu venganza te hace
mucho más peligrosa. sólo cabe esperar que
se apague la inmensa fuerza de tu oleaje y te
retires más allá de la frontera con las tinieblas.
Allí, donde habitan tus primigenias y arrugadas
carcajadas, ya sin pellejo. Nuestra esperanza es
que decidas quedarte junto a ellas, te dediques a
cuidarlas y que, por fin, te olvides de todo
lo demás.