Suena el teclado
se interrumpe, finge
su muerte, el anonimato
las esfinges vacías y carentes
de significado, así, mi poesía
material incandescente, pavesa
que regresa de un largo e intrascendente
viaje. Suena el teclado, viejas vigas incoherentes,
hasta la conjuntivitis, asma o la miasma
de decir incoherencias con frecuencia
y desalentadas. Sueña el teclado, vírgenes
o vestales, economías solventadas, y esas
largas ocasiones en que disfruta uno
del sexo. Se entorpece la brutal anarquía
del llanto; mueren en dos segundos,
tratando de ignorar los espacios en blanco:
esos dígitos insalvables de la distancia
concretada y ausente.
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