Recogeré al amanecer la embriaguez nocturna
de tus besos iracundos, tus labios delirantes
tus manos enloquecidas, incontenibles;
el vuelo de tu cuerpo y tus pestañas
infinitamente dulces
y el candil de tu mirada
que persigue mis rincones.
Acaso no sabes que tu boca
me provoca un ansia mayor de ti?
Iré a tu encuentro decidido
caeré en tus manos rendido
subiré a tu boca encendido
asaltaré tus flancos comedido.
Repito tu nombre dos veces por cada segundo que pasa
y me devuelvo al origen de nuestro encuentro primero
aunque sería capaz de morir por un beso tuyo
o tu desprecio,
y quizás moriría de seguro embelesado, embrujado,
hechizado bajo tu encanto,
que de tus manos o tu boca
recibo todo y tomaría,
incluso,
veneno.