Desde la desesperanza de la tardanza…al idilio de la premura,
agotando las gotas de la paciencia,
casi derrotado por la contundencia de la ausencia,
con el conformismo agachando la mirada…
y el sentimiento desangrando sus últimos anhelos.
Resignando los delirios…a que sean devorados por la nostalgia.
Desde los abismos del silencio…
a la elocuencia del vertiginoso viento que ruidoso se manifiesta,
y que parece haberse disfrazado de siniestro.
Después de traspasar un valle de lamentos…
con el ocaso oxidado por un sinfín de dilemas irresueltos.
Desde los extremos mismos de la amargura…
a la inesperada luz de un minúsculo suceso,
un fortuito acontecimiento de esplendente encanto…
como un milagro casi imperceptible en el portentoso firmamento.
Ese evento que cambiara el rumbo de la vida…en un fragmento impensado,
ese irónico accidente que vino a mostrarse con un propósito radiante,
la magia de lo divino…el poder de la fe en una fracción de instante.
Del llanto amargo de la desilusión… hasta las lágrimas de sentirse contento.
Desde la tristeza más obscura…a la algarabía de ansiar respirar de nuevo.
El cielo colosal de nubarrones percudidos… se despeja…
se abre paso el sol…y el limbo se pinta de azul intenso.
Como puede cambiar una vida repentinamente,
se cambia el dolor por paz…y la traición por ilusión,
las pesadillas se hicieron nuevamente sueños.
Las noches ya no son lúgubres ni frías…
se miran las estrellas desde lo lejos,
y hasta la luna parece el doble de brillante…y más grande.
Como cambia la vida en una infinitésima de tiempo,
algunos lo llaman destino,
otros, casualidad…y muchos, fortuna,
pero su nombre es Dios…y es el Señor del amor,
que ha dado respuesta a la tardanza…en un solo segundo.
Su nombre es Dios…y es el Señor del amor,
que ha dado respuesta a la tardanza…en un solo segundo.