Los niños de la calle
La tristeza es su cruz, la transportan cargada
en sus almas ingenuas, sin saber la razón,
es pesada condena, de un injusto delito
que jamás cometieron, es mordaz sinrazón.
Son los niños exiguos de esperanza apagada
que caminan sin rumbo por las calles amargas
en la búsqueda nula de un confite dulzón,
un elíxir que alivie sus intrínsecas cargas.
En la cara manchada de abatida mirada
del paupérrimo niño, solo priva apetito
y las ganas de obviar lacerantes descargas
de un destino tan cruel, doloroso y contrito.
Muchos hombres carecen del afán solidario,
insensibles por norma, desprovistos de amor,
en sus vidas dominan sus deseos banales,
son esclavos por cosas de brillante valor.
Mientras otros se cubren con humano vestuario
entregando su vida, recorriendo caminos
por los niños vejados, persevera su albor
indagando la forma de cambiar los destinos,
y sacarlos a salvo del horrendo calvario
que es un círculo infame de secuelas fatales,
son altruistas honrados, generosos padrinos
que cultivan en niños, fulgurantes rosales.