Gotas de lluvia
que vienen a los labios
de la campiña.
Llanto que, el cielo,
recoge de los ojos
de los arcángeles.
Luego, las nubes,
transportan ese agua
y lo reparten.
Pero la sed
reseca las gargantas
como la piel.
Bocas sedientas
que piden en plegarias
y rogativas.
Pieles resecas
en campos y sembrados
que se marchitan.
...Pero, sorpresa,
el cielo está nublado.
Lloran las nubes.
Es como un manto
que cubre las colinas
con densa niebla.
Lloran y llueve
y llegan sus suspiros
hasta nosotros.
Y recibimos
el beso de la lluvia
en nuestros labios.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/07/23