Cree en la lupa que aumenta
por su tamaño, y en los escorpiones
delanteros, y en las herméticas canciones
que derivan de un bozal, y en el dueño
generoso con su propietario. Las bellas
algarabías juveniles, expanden las playas
muertas y silenciosas, y, en los cubos
de este hemisferio, se solapan los nudos
de la correa que a la piel se adhirió. Sume
en un delirio de ovejas y pantomimas,
las teas húmedas, de los números
que provocan hastío en el colegial.
Mientras, en los huesos, y en las sienes,
crecen los latidos de un corazón irregular.
Luna de antes, cuando cumplí los quince años,
donde asistí al fermento y a la cualidad ingeniosa
del asfalto; dame tu mano, tirita o apósito,
dejando huellas sin enunciar, de tambor silencioso;
que yo dejaré el océano, en un tronco sin vendaval-.
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