Los pórticos de mi alma se han cerrado
a vana ensoñación de conquistarte;
pensando no mereces adorarte
con esa devoción que te he adorado.
Mi pobre corazón ya se ha cansado
de tanto, tanto y tanto venerarte;
y debo de mis sueños expulsarte
previendo de dolor morir postrado.
¡Te amé con gran amor, y desoíste
las súplicas que en versos te escribía;
sabiendo que en mis sueños siempre fuiste
la musa que inspiró mi poesía;
y siempre tu cariño me escondiste
creyendo que marcharme no podría!
Autor: Aníbal Rodríguez.