LA FURIA DEL SIGLO (4 DE 4)
VII
Hay una terrible sinfonía
en lo más hondo del aire,
irrumpe con el hambre
de la bestia embravecida,
como lo hará en tiempos
blancos una tropa constelada.
Miles de rezos fluyen
con las alas en el suelo,
con el llanto punzante,
entre la penumbra que no
deja de lamer estruendos.
Caen los sueños, caen los siglos
y caen cuerpos y más cuerpos:
gritan en la caída, lloran, suplican.
Las almas se enredan en el aire y
las lágrimas de nuestros muertos
se mezclan con las nuestras.
Ay del que llora en la ceniza.
Ay del que vive entre la bruma.
Ay del que aúlla sin perdón.
Oh dioses. Oh reyes. Oh tiranos.
¿Quién detendrá los dados?
Que los cuerpos
olviden su sangre.
Que las bocas
oculten sus gritos.
Que los labios
retengan sus besos.
Que los ojos
quemen su rostro.
Que la sangre
muerda sus ojos.
VIII
De pie frente al eclipse,
en la puerta sideral,
me resigno, oh eterno,
ante el relámpago que troza las plegarias,
ante el llanto que moja la tumba de los hijos,
ante las armas que matan al hermano.
Soy un sonámbulo entre la penumbra.
Soy un aullante de noches repetidas.
Soy un herido en busca de la luz.
Y nada puedo hacer,
salvo entregarme a la más densa eternidad
y rezar ensimismado frente a cada espejo.