Una relación es como montar en una bicicleta para dos. Al comienzo, resulta incómodo. Estamos acostumbrados a pedalear en solitario y reaprender, especialmente cuando ya estamos grandes, es un desafío. Aprender supone caídas, momentos vergonzosos, quizás incluso un par de huesos rotos. Pero tu compañero no está ahí para señalar errores o buscar culpables, sino para ayudarte a levantarte. La responsabilidad de aprender a pedalear al unísono recae en ambos, pues al final del día, no se trata de acelerar el paso, sino de mantener el equilibrio.