No sé ni por dónde empezar,
quiero con mis letras vestirte,
nada voy apresurar
pues ahora quiero pedirte
que me dejes en éstos versos
algunas cosas que decirte.
Es que no te merezco,
Dios me premió contigo
que a veces mal hijo parezco
y eres perfecta conmigo.
Tantas veces que te he ofendido,
mucho has sufrido por mí,
en pocas te he defendido
y siempre estás ahí para mí.
Desde el momento de mi nacimiento
intenso fue tu dolor,
fatales acontecimientos
que supiste enfrentar con valor.
Para cualquier episodio de mis enfermedades
luchabas como fiel guerrera,
no creías en terribles tempestades
ni en la tristeza duradera.
Jamás te he visto rendirte,
sólo en caídas pasajeras
pues estás echa de victoria
y la excelencia es tu bandera.
Has pasado varias calamidades
pero te has levantado en su momento
y algunas dificultades
te han servido en conocimiento.
Cargas a tu espalda
el peso de ésta familia,
llevas el pantalón y la falda
y siempre estás en vigilia.
Eres indispensable aquí,
todo gira en torno a tí,
pues coordinas cada cosa en sí,
¿qué seríamos sin tí?,
eres lo mejor que hay en mí,
infinitamente te agradezco a tí.
Ser madre no es simple ideología
porque eres del pedigrí su estandarte,
eres la más sensata analogía
y la más bella obra de arte.
Tanto me has enseñado,
tanto me has querido,
que no sé cómo pagarte
tus cariño repartido.
Cada consejo me ha servido
para crecer como ser humano,
cada pelea que hemos tenido
me ayudaron a ser más sano.
Gracias por darme una hermana,
gracias por amar a mi padre,
gracias porque tú si eres soberana
y sin dudas la mejor madre.
Juan Manuel Ledesma Mendoza
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