Aún recuerdo aquel nido
que en la cornisa yacía,
adorno de fachada vacía;
del hueco, trinos y gorjeos
Al instante, en desbandada,
sobrevuela a “mimosa púdica”
entrelazando su fugaz réplica,
desapareciendo en forajido
Ya, el rasante vuelo.
Me parece que ahora trina
este cuerpecito de golondrina,
pues, apenas roza el suelo
Bajo la cornisa, la ventana.
Y en la ventana ella. Apenas
acaricia el sutil vuelo fugaz,
declive, la volátil golondrina
Volverá el esbozo de su sombra
bajo el arimez, antes de decantar
la acrobacia “Hirundo rustica”,
la fría mirada, sobre mi enigma
La suave brisa, bate sus cabellos,
su mano, cierra la cortina y
enclaustrado, queda mi optimismo.
La golondrina emigra; el olvido llega
¡Aún sigue aquel desolado nido, bajo la cornisa!