Tenía un cielo brillante,
lunas, estrellas, luceros
todas lucían un nombre,
una sonrisa, un recuerdo,
de noche me saludaban
y me besaban los ojos,
jugaban al escondite
y me acunaban los sueños.
Yo me sentía mecido
en brazos del universo,
les cantaba mil canciones,
poemas y chistes y versos,
iluminaban mi alcoba
acompañaban mis sueños
y me acunaban con mimo
en los brazos de Morfeo.
Fueron pasando los años
y el cielo se tornó negro
cuajado de nubarrones
centellas rayos y truenos,
los ídolos se perdieron
entre las brumas del tiempo,
los amigos se mudaron
hacia nuevos firmamentos,
los ideales y sueños
fueron desapareciendo
unos, presas del olvido
otros, rotos y maltrechos
pero una noche de invierno
cuando ya nada esperaba
me iluminaron tus ojos
me bendijeron tus manos,
tu voz espantó mis miedos
y desperté extasiado
viendo renacer el cielo,
¡un firmamento estrellado!
y desde entonces mis noches
las acarician tus manos,
las iluminan tus ojos
y las acunan tus besos
¡no hay paraíso más tierno
que el que palpita en tus senos!