Estoy en la garras de la muerte
entre las almas del olvido
prisionero en tu corazón
enmarañado en tu mente
esperando de tus labios la ejecusión,
quemándome en la hoguera de tus besos ardientes,
o matándome con un disparo al corazón;
cuando te entregas a mí con pasión,
asfixiándome entre tus senos,
cámara de gas, que comprime mi hálito
pobre de mí, que de agonía y placer descansa en paz;
ya mi cuerpo sereno,
ante tan aparente crueldad y dulce ejecución.
Revivir… reviviré, para volver a ser ejecutado,
que hermosa muerte,
gloriosa, muriendo erguido,
con la dama amada, la anhelada o soñada,
la que en mi corazón supo clavar la puñalada.
La que me mata y me vuelve a la vida como un hada,
que en la noche más apasionada pudiendo liberarme me condena,
con resignación acepto mi pena…
para entrar con erección entre tus piernas que me encadenan…
y disfrutar de mi condenación en esa fosa oscura,
húmedo calabozo donde sientes excitación, por este sentenciado,
que volver de la muerte jura,
en cada noche ejecutoria,
y ser levemente absuelto en la lujuria,
viviendo en la penuria;
en las garras de la muerte.