Asklepios

Ofreciste

Ofreciste tus lágrimas 

caladas hasta los huesos

en nuestra despedida. 

¡Casi me engañas!.

Volviste a vestir el elegante 

traje del engaño. Suerte la mía, 

que algo me puso en alerta, fue

como un destello, alguna vez visto, 

de sospecha. 

Decidí no entrar en tu juego, y

dar media vuelta.