REFULGENTE.
Se le habían agotado los ojos por la niebla y las manos por el frío también se habían cansado.
Un mundo había olvidado lo que él ya ni recuerda, y con todo ese vacío se alejaba del pasado.
Su presencia era el presente, no esperando nada más: por sus hijas el valiente recorría la ciudad.
Su mirada, de repente, me invitaba a hallar la paz, a creer que cierta gente se merece mucho más.
Se le habían agotado los pies sobre la calle y no entendían su lengua los alados transeúntes.
Un mundo había olvidado lo que hoy es lamentable, y nadie se recuerda de todos los apuntes.
Su presencia era el presente, no esperando nada más: por sus hijas el valiente recorría la ciudad.
Su mirada refulgente me invitaba a hallar la paz, a creer que cierta gente se merece mucho más.
A Francisco, el colombiano.