La neblina que no tiene cita en mi agenda, va apagando mi voz herida por la vida, cada vez más inconexa y débil dentro de su corbata negra, hasta que aparece el ruido de la mudez; la orfandad de la palabra parada en cualquier putez.
Y es que ya, hasta el verso a mesa puesta me sobra... porque mi ayer, al igual que mi palabra sin iva, no desanda la memoria que se quedó a solas.
Esto es el ensayo de una fuga en la bruma, por tanto me hago cargo para que no me sigas.
¡Buenas tardes!