Alberto Escobar

Pugno

 

No es velocidad,
es prisa.

 

 

Me gustaría. 
Quisiera explicar,
quisiera primero alcanzar,
ver eso que queda detrás,
eso que no se ve,
que apenas se siente,
esa verdad que late
tras lo que se ve, que casi existe, 
que imagino que está ahí,
o a lo mejor no está, que no veo...
Me gustaría describir eso,
ese zumo que yace dentro,
que sale si exprimo muy fuerte, 
si expreso una esencia que no veo, 
que aún guiñando el ojo no llego,
esa pureza que Juan Ramón sí vio,
amasó con sus dedos de demiurgo,
pero yo no, simple mortal, yo no...
no consigo, nunca consigo.
Me gustaría alcanzar, ver,
trasvasar el color, la superficie
hasta llegar a la sustancia, detrás,
alcanzar así su íntima anatomía,
su profundísimo andamiaje,
y una vez alcanzado, visto,
abrir el diccionario, buscar,
elegir las justas palabras.
Mi poesía adolece de ese vacío,
de no llegar, de casi tocar, apenas
levemente, aquello a que aspiro,
aquello que acaba escurriéndose
de entre mis dedos como un pez
hecho a ser libre, que no quiere
la definición de una palabra opresora, 
dedos de Adán que no llegan a nacer,
orgasmo que apunta y no brota,
sol que se señala con el dedo índice. 
Me gustaría, pero mis ojos
acabarían marchitándose al calor 
asfixiante de esa verdad latente, 
agujero negro del que ni ellos
ni mi cuerpo saldrían indemnes.
Impasible a lo imposible, no cejaré
de pugnar por alcanzarla, verla, 
aún adoleciendo de la alquimia
necesaria, de la palabra justa, 
de la mirada atenta, del alambique
preciso para que el plomo se haga oro, 
de la piedra filosofal, de la ciencia...
, me gustaría, seguiré y sigo, pugno.