Un átomo de luz
asoma una pupila que ve
como la infancia en la centella
es refulgente, radiante
y muy pequeña y relativa,
como todo ser que se desplaza
en todas las fragancias
de una música,
que se inserta en los poros
de una piel con alma
fugitiva que va
en el aire y sabe,
que nada es lo que pasa,
que sólo sucede
en la brevedad inestable
que mueve los besos al azar,
la única alternativa, el equilibrio
que persuade el aliento de vivir
como la llama de una sombra
en la memoria de un suspiro.