Me entraste por los ojos y me quedé ciego,
musa purísima, traviesa, sensual.
Me entraste con la fuerza de un destello y caí
herido de luz, de vida;
me entraste como se atraviesa por primera vez y
supe que eras la realidad de todas mis fantasías.
Afrodita luminosa, tentadora, ardiente,
tu contoneo provoca que el mundo se desborde
por mis ojos:
busco tus labios a ciegas,
busco tu cuerpo a tientas,
busco tu luz aprisa,
y reviento,
como la primera vez reviento,
nereida de los siete mares:
mis manos danzan en tus aguas,
mis labios se mecen por tu arena,
mi cuerpo impacta con tus rocas,
y tu voz se abre y se eleva como un coro de
sirenas.
Embajadora de la chispa loca,
es tanta tu luz que todo horizonte ya es oscuro,
lámpara de placeres arrogantes,
tu figura deja una estela de suspiros,
tu andar deja un sendero de relámpagos,
tus huellas dejan una noche iluminada.
Eres la luz de mis penumbras.
Eres la centinela de mis pesadillas.
Eres el arcángel que me guía.
Ariadna de mis laberintos,
estás colmada de mitología,
por todas tus orillas brotan mundos fabulosos:
entraste a mi destino como designio de los dioses,
aliento suave,
soplo colosal, definitivo.
Tu sonrisa tiene los misterios de un milagro,
tus besos tienen el poder de la resurrección,
tus maneras amatorias tienen las bondades del
Edén,
manzana caprichosa, dulce,
dulcísima mordida ancestral,
todas las mujeres tienen una Eva,
todas las Evas tienen un Adán,
y te muerdo,
te devoro,
dejo tu manzano sin ramas, sin jugo, sin raíz.
Los pecados quedan satisfechos, victoriosos,
dejo tu carne erizada, trémula,
quedan los cuerpos exaltados
como las alas que no se cansan de volar.
En la curvatura de tu cuerpo está el precipicio
que busco,
caída libre, cálida,
vacío sideral,
dibujo tus labios en el firmamento y brota una
parvada de querubines,
beso tus pliegues coronados y abismo y
firmamento se confunden,
entonces levitamos,
mujer de nueve cielos,
levitamos
en un mismo espacio,
en un mismo instante,
en un mismo cuerpo,
y nos desbordamos,
como la primera vez nos desbordamos,
y nos detenemos,
como amantes infinitos nos detenemos,
y nos fusionamos,
como ángeles caídos nos fusionamos:
infierno y paraíso se abrazan,
virtud y pecado se enredan,
plegaria y blasfemia se besan,
y estalla una fantasía desencadenada,
sílfide purísima, infinita, sensual.
En tus besos descubro las voces del asombro,
en tus caricias dibujo los trazos del origen,
en tus senos bebo los ríos celestiales,
en tu sexo siembro el destello de los tiempos,
y estalla el coro del destino
arañado de caricias,
tatuado de besos,
plagado de vaivenes:
la noche se vuelve vértigo,
el silencio se vuelve canto,
el orgasmo se vuelve luz,
y todo tiembla,
todo se desborda;
los pegasos se elevan,
los dragones se desbocan,
los titanes se levantan,
tierras y mares,
siglos y horas,
héroes y dioses
se agitan en terrible convulsión,
y se quiebran,
se quiebran las cadenas del placer universal.