Cenizas
Susurros irónicos del Apocalipsis,
hadas y duendes en casa con deudos,
rostros surcados, manchados en cal,
con inconsolable amargura,
entonando endechas kirieleisón o elegías.
¡A quien puede importar! ¡A quien!
Si ha comenzado a nevar copiosamente
y devastadoras tonalidades grises rozan la tierra.
Ahora, luciérnagas caen irremediablemente,
tal como historias dilapidadas al céfiro,
encadenadas a la pálida Luna cortante,
¿Todo será blanco como pétalos de cerezos?
En transcurso residual, herbolarios acicalándose,
jalan a sus mastines con cadenas llameantes,
aunque les nombran con impía pulcritud,
no es suficiente ¡No lo es!
Su sangre se ha congelado por el frío,
traído el tabú del mal agüero,
la ventisca en los ojos, les dejo ciegos,
les carbonizo la centelleante ignominia.
¡Todo se vuelve nada!
Invocaciones cerca del fin,
la preocupación paraliza la acción,
cerca del abismo de la desesperación.
Sin ánimo para bajar pies desfallecidos,
ensangrentados de errar sin futuro,
apilando diamantes que se derrumban otra vez.
¿Qué sentido tiene ello?
Si el llanto se ha vuelto mudo,
el rojo predomina sobre la nieve,
cicatrices en manos escarchadas,
toman para sí 120 filos colgantes.
A través de la conciencia y sueños embrujados
se regocija la mirada de la miseria.
Miserable sórdida marioneta,
sigues hundiéndote más y más…
¿Quedan cenizas en el interior?
En fastidio surgen imágenes,
fantasmas del tiempo antiguo,
invitando a traer ante mí el luto,
la gestación de la desintegración,
y en silencio se forja la verdad.
La lluvia abofeteando el final,
creándose macabros hechizos con alambres,
en el precipicio conseguir aplastar,
o corroer un corazón de fuego.
Cuando inicié brillaban luciérnagas,
junto a una gran cascada cubierta de verde,
jugueteando hadas y duendes reían,
compartían mi dicha por la vida,
en el infinito bosque paradisíaco,
la magnificencia cantaba con golondrinas
sus manos se movían como el agua,
cerca de mis mejillas de bambú,
entre el dorado y escarlata de hojas,
sus ojos decían ’’protégeme y te protegeré’’.
El sol ilumina los campos en ascensión,
agradable gloria de poseer plenitud,
la raíz de la inapreciable felicidad,
no conocía la perdida del amor y dedicación.
Me era lejano el muro de mármol negro,
custodiado por un sanguinario coloso,
o el oscuro y opresivo Hades jalando la cadena,
guardianes intolerantes de la aflicción,
Existían imperceptibles aleteos metálicos,
para incrédulos y peyorativos soñadores,
que al ver el rayo contemplaban el firmamento,
Nigromantes merodeaban en noche sin luna,
así cayo la anunciaba tormenta,
ya viene entre nubes y chispas de auroras,
el fatídico momento que se romperán eslabones,
traición deicidio supersticiones que abren ventanas al dolor.
Se corta el cielo inundando la oscuridad,
flechas desgarran el nirvana,
lóbrega multitud de aves rapaces depravando inocencia,
revolotean envenenando el entendimiento,
desolación tribulación flagelación el tiempo impuso su dominio,
Malignas hechiceras trayendo pesar,
con artilugios realizan el ritual,
mi magnificencia devorada por un pantano,
falaces ilusionistas desvanecen el camino,
No buscan redención menos expiación,
con sus podencos me arrebataron mi estrella.
¡Ella, ella! aquella que resplandece,
lo era todo para mí, toda la vida.
Lacerado ante la gran herida de la eternidad,
la vehemencia de los ejecutores sangro.
¡¡Eternidad hoguera inmortal exterminio!!
El corazón rojo se inflama desmesurado al quebranto,
se enciende crea fuego por la anhelada liberación,
arde crematoria purificante llamado a la ruina.
Así que subo en la cabeza del dragón,
viajo vertiginosamente con sus alas,
la luna eclipsa la gracia de Dios irrumpiendo lo primero,
angustia furia llamaradas flamígeras explotan,
fusionándose incineración a lágrimas evaporadas,
cayendo sobre herbolarios y seres diabólicos,
sobre todos completamente para que sean nada.
Donde existía el bosque colmado de magia,
reemplazado por lapidas y desierto,
se elevan columnas de humo,
el aire silba la tierra se aflige,
por incontables cables cortados a la luna,
abatiendo la comunión de lo imperecedero,
seres sin intuiciones para descubrir que Ella…
Ella me protegía de mí.
Han sido aventados al muro de los lamentos,
mi dolor dejando un corazón de piedra,
continúo caminando por esta tierra gris.
Para seguir avanzado sin brillo en los ojos,
el alma se alimenta por la pérdida.
Con toda desamparada sinceridad,
mis hermanos lobos atacan en jauría,
desorientados al perder la ilusión,
contemplan la llanura desértica,
fosas negras la calcinada virtud,
quemada adornándola con losas fúnebres,
mi tierra circundada por aves de carroña,
Luna o Sol imperceptibles.
¿A quien puede importar? ¿A quien?
Sino se le hizo un nudo en la garganta,
o manos blancas empapadas en sal,
que en el asfalto se tiñen de negro,
no ocasionaron piedad al océano de dolor.
Todo se desmorona al sonido del canto triste,
el viento trae ilusorias flores de cerezos,
cálidas como esqueletos que se deshacen,
cubriendo mis vestimentas y cabellos perdidos,
me desplomo mis manos se aferran al pecho,
mientras sin cesar, cenizas,
continúan cayendo, cubriéndolo todo.
Elthan