A veces presiento tu llegada.
Percibo el leve flujo de tus huellas.
Apareces con ese pack de fragancias que circundan tu cuello,
con el calor que desprenden esos labios tan expertos en mi insomnio.
Llegas con tus solemnidades a cuestas e invades mi desnudez
transformándote en sombra difuminada.
Te acercas. Me miras. Pronuncias mi nombre.
Y justo antes de que el tiempo se detenga
fluyes, zigzagueas y desembocas: te expandes.
Y te haces carne.
Y me vuelves noche.