Dicen que cada cabeza es un mundo,
que las ideas y las enseñanzas surgen de manera distinta,
pero en mi mente ha divagado una pregunta siempre.
¿Por qué los adultos tienen que aurrinar todo?
No todo en verdad, solo lo vuelven, frio.
Pintan de amargura la felicidad.
Vuelven grises los deseos con sus golpes de realidad.
Apagan las emociones espontaneas.
Aplastan la creatividad.
¿Por qué guiarnos a un mundo de conformidad?
Un camino completamente ordenado y con colores acorde a la temporada,
donde los zapatos deben combinar con la ropa,
y los niños deben crecer, estudiar y conseguir un gran trabajo sin importar si no les agrada.
¿Por qué no actuar sin juicios ni percepciones falsas?
Sin encontrar un sentido oculto a cada acción y palabra.
¿Por qué no disfrutar, confiar y llenarse el alma?
Al fin y al cabo, los adultos forman la sociedad en la que vivimos,
no los pequeños niños que rien, saltan y cantan.
Sociedad, que reniegan a diario y fingen destrozar con sus propias armas.