Por el infortunio
un rictus de dolor
se refleja en su rostro
ella se acerca al ataúd
para darle el último adiós.
Una fuerte opresión
le ahoga el alma…
un quejumbroso ¡oh dios!
se le escapa de la garganta.
El llanto fluye a borbotones
las palabras de consuelo
tienen un sabor amargo.
No era su esposa, ni su amante
eran amigos íntimos
con un sello de alianza.
En ese fatídico día, sus almas
se volvieron inseparables
ella cumple un año más de vida
y él es una remembranza.