Escuchá el Silencio que da Paz
a tu Alma,
Escuchá ese Bálsamo Antiguo que se Desliza
en tu Cara Tan Añosa y tan Blanca...
Escuchá ese Querer Volver a Tus Principios
ésos, que Acunás Aún en tu Ser,
en un Alba Audaz
y en un Ocaso que No Querés que Muera...
Quizás Hemos Perdido...
Quizás Hemos Ganado...
Quizás Hemos Resignado,
esas Manos Amadas que Cosían
en Encajes Tan Bellos como Sangrientos
los Olvidados Recuerdos Viejos,
entre Sílabas Truncas
entre Sílabas y Versos Simbólicos,
Cruentos, Dulces, Torvos
y Tan Íntimos...
Que se Cuecen entre Agujeros Tan Negros,
que Hacen Luz y Nacen y Mueren
entre Sueños y Mil Pesadillas...
Escuchá ese Hijo Irreal
que Sos Vos Mismo,
El Mismo que se Balancea
en los Bosques de la Oscuridad
y en el Blanco y Solo Recuerdo
de una Niñez y una Juventud
que Ya han Sido...
Escuchá, Poeta, el Silencio
y el Compás Balbuceante e Indoloro
de ese Péndulo Azul
que Ya Sabés
que en su Palpitar Inocente,
Mece Tenaz y Asesino
sus Conocidas Y Crueles,
Cuadrifrontes como Jano,
Sus Ayeres, Presentes y Futuras,
(ésas, las que No Pueden Asirse):
Mil Caras...
(Patricia)