Abre la puerta y sal en busca de la libertad, pero ciérrala al salir, no vaya a ser que quieran entrar algunos liberados. (Alejandro Díaz)
Un perro y una vaca
conversaron una vez,
y fue tanto la matraca
que aquí la reseñaré.
Usted es tan consentido
y lo tratan con dulzura
que parece sin sentido
esa preferencia perruna.
De usted dice que es fiel
yo estoy de acuerdo con eso,
pero yo lo soy también
dando leche, carne y queso.
A usted le dan de alimento
Los sacos de ”perrarina”
pero yo nunca recuerdo
que me hayan dado “vaquina”
Tranquila señora vaca
no se sienta usted celosa
que en esto lo que destaca
es la cuestión onerosa.
Mientras yo muevo la cola
con insistente porfía
usted es doña y señora
moviendo la economía.
Tranquila señora vaca,
todo esto se lo explico,
pues por tener perros en casa
nadie se ha vuelto rico.
Usted tiene valor económico
en el mercado mundial,
y aunque le parezca insólito
lo mío es espiritual.
Déjeme seguir siendo mascota
para alegrar a su amo,
mi vida es ésta, y no otra
pues no valgo en kilogramos.
Y la vaca se sintió especial
ante tal aseveración,
y se fue alegre al corral
a cumplir con su misión.
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