La cuidad despierta cuando ando. Hoy me siento débil. Hoy el ruido del mundo tiembla en mi adentro y nadie parece mirarme, no soy percibida pero sin embargo noto como me observan. En mi nuca germina un calor efervescente y el viento se exalta, me golpea.
Estoy débil, me detengo en medio de una avenida inabarcable y noto de pronto como una fuente de agua me interpela. Su liquidez me acusa de algo que no comprendo. Tiene ojos pero nadie más parece notarlo. Su mirada reafirma mi propia insignificancia.
El calor de mi nuca asciende ahora a mi frente. El sol también tiene mirada, una similar a la de los dioses. Hay un grito formulandose en el final de mi lengua pero mi cuerpo no es su origen. Las formas del mundo me siguen con sus ojos, saben mi nombre. El ruido del mundo tiembla en mi adentro y yo a cada momento siento que mis extremidades palidecen, el oxígeno es humo negro ¿lo notáis? nadie me responde. Las flores mueren sobre Madrid y sobre todos los lugares que no puedo ver. Los ojos de los árboles se cierran, la fragilidad del mundo caduca y su vitalidad se debilita junto a la mía como el latido de un corazón enfermo.