Sueños empapados en tinta
sucintos sueños derrotados
estridencias de atolladero sin salida
resuenen ecos del cántico a Galicia
en tus pronombres orquestales y níveos
en mi flor pisaste la nube incierta del ocaso
donde llevaban preso a mi alma solitario.
De navajas empuñado el crimen sofisticado
que dejó en bravatas las nubes con su contorno
derivadas del aspecto eterno en su pizarra de acomodo
y ensenadas de pavos reales zurciendo manantiales.
Derribo los mitos, aparco los celestes días,
en mitades esféricas, de azulados tonos.
Odres y vasijas desinfladas como por ensalmo
donde el sufriente explica su voz acelerada
su triste voz errante.
La fraudulenta frente de los gestos inadecuados
que vuelan sobre los latidos de una exigente materia
su voz permeable entre sonidos de aceras duras y pedernales
los chorros del amor austero que solicita su plegaria
de abdomen y naftalina.
Oh decir, qué inútil, oh blasfemar, qué inservible,
si todo lo dejamos a la espera de follajes inconvenientes,
de estrategias solitarias sin amor de venas o arterias dilatadas.
Esos dioses nos sirvieron un instante, a nosotros, los más decaídos
y pusilánimes, inventariando la eternidad para ellos y nosotros.
Su voz ronca y contestataria, su voz de siglos portentosos.
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