Yacen las viejas alegrías
en el jardín que alberga la filosofía.
Como triviales versos
que destapan la porfía,
te fuiste para dormir tu tristeza.
La presencia
que atormenta
es caprichosa,
y melancólica,
regresa con el poema.
Quizás sea el lucero,
o el rumor del viento,
que agita mi pensamiento.
Y expongo el fantasma
del pasado,
como un mártir en una ofrenda.
El sortilegio del destino espera,
y la luna centellea.
¡Qué elegía guardo!
Testigo imperecedero de mi tiempo.
Porque la esperanza sueña,
pero el amor se queda,
y te atraviesa.
©Nuria de Espinosa