Buscando su fortuita mirada,
le escribí, un poema de amor.
Lo disfrutó tanto mi enamorada,
Que, de leerlo, nunca se cansó.
Al levantarse, lo leía.
En sus quehaceres, lo recitaba.
En los atardeceres, se reía.
Y en su soledad, se excitaba.
Fue creciendo, una extraña relación, día a día.
Mientras mi princesa, amaba aquel poema.
Muy despoblado, sin su amor, Yo me sentía.
El poema, se volvió... ¡un gran problema!
¿Que hice mal?
Si fueron alondras y acentos de mi corazón.
Nobles Impulsos, embriagados de canción.
Los labios que bebí, colmados de amor, tan contento.
Ahora son lágrimas, de dolorosas espinas, me arrepiento.
Estas letras, al tumbarse tan indolentes.
Les salí, de frente.
Con mi estocada sensacional.
El punto final.