Perdido, vigilo nocturnos avances.
Lechuzas siniestras alcanzan mi erudición
de árabe: soy torreón desmembrado e inclasificable.
En la torre, todavía soporto las bajas temperaturas.
De mi arcón, conservo las hojas afiladas
de la mentira. Mi patrón de conducta, esa
estrategia que acelera la muerte, se consuma,
viento pálido sobre mi cara. Y lluvia insolente,
caldo tempestuoso de la rima innecesaria.
Sobre mi frente, tres gallos pelean y combaten.
Se dejan la vida sobre mi sombrero imperceptible.
La sangre emulsiona sobre mi lengua. La sangre,
viejo trono de Europa que renueva sus esponsales.
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