Amo el prado,
la amapola
y a la ola
que en la mar,
la repite
la marea;
balancea
sin cesar.
Amo el ave
que en su vuelo
bate en duelo
por librar,
el invierno
riguroso
y escabroso
por llegar.
Amo el agua
de la fuente
que se siente
palpitar.
Ésa que hoy es
“plata fría”.
Eufonía
al cantar.
Amo tuya
la sonrisa
y la brisa
que al rozar,
en dulzura
me adormece
y me mece
como al mar.
Amo el cielo
y la luna
que me acuna
al blancor,
de tus senos,
con sus brazos
y entre lazos
de fulgor.
Amo el fuego
que en mi mente,
mecha ardiente,
es pasión,
al que invoca
tu figura
que es locura
y afición.
Amo el beso
de tu boca
que provoca
con maldad,
fantasía
prodigiosa,
lujuriosa…
impiedad.
Amo el tacto
bueno en tino;
suave, fino
y al ardor
que, estremece
cuerpo entero
en sendero
sin pudor.
No preguntes
cuánto te amo,
sé que te amo:
¡vivo en ti!
Amo todo
de la vida.
¡Sin medida
te amo a ti!.
Rafael Huertes Lacalle