¡Salve a ti, oh, princesa de las tinieblas,
heredera de Inanna!
En tus sienes una corona
de rosas negras con espinas
realza tu hermoso largo pelo;
cubre tu angelical cuerpo
una dulce desnudez
que no quiere ocultar
ese transparente tul
que incita a los sentidos más libidinosos…,
que perfila tu marmórea esbeltez.
En esta fría noche oscura
vaga ingrávida tu figura
sobrevolando mis sueños
mientras un ojo te guiña
el mismísimo Hades,
dios de los avernos…
Deja, ¡oh diosa mía!,
que este juglar de tu belleza
se convierta en Entil
para beberte otra vez;
tú, elixir de mi vida;
y pueda introducirme en tu cuerpo adorado…
O si no es ese tu deseo, princesa mía,
permíteme ser Khayman
para hacer el amor contigo
y con aquellas dos pelirrojas gemelas
que compartieron dentro de ti
tu mismo espíritu…
Mas si crees que no tengo
la sangre azul turquesa
de tu reinado del limbo,
hazme un simple vasallo tuyo
y enciérrame con las diez mujeres
para conservar esta especie
que tanto necesitas para tu vida,
para tus deleites…
¡Oh Princesa Akasha!
sube al trono de la noche,
perdóname por amar como amé,
ofréceme la inmortalidad de tu dentellada,
dame la vida con tu muerte,
funde tu sangre con la mía
y vivamos aquella eternidad
que nos fuera arrebatada
hace seis mil años y un día…