Quince aromas martillean el fétido nacimiento del día, quince silencios, respiros o arraigos.
Quince hartazgos en alergias
a distancias encadenadas.
Quince minutos o semanas.
Quince descocertadas.
Quince, siempre quince.
Con otro quince a martillo
para hacer morir el día
antes de que amanezca.