No se cansa el cielo de soñar
y con sus pinceles dibujar
el horizonte sin fracaso
con los colores del ocaso.
Cansado el cielo de llorar
cuando nunca había podido
su semblante ha perdido
pálido azul en su andar;
impotente el cielo asoma
su corazón se ha secado
por los lares del pecado
en dónde nadie razona.
En dónde la pena ilusiona
y la sonrisa es desencanto:
donde el ganar es un llanto
que oprime al que disfruta
el alma vende y permuta
por comprar vanas ilusiones
en el desfile de perdones.