Soy, por instantes,
tormenta, y luego calma.
Soy mar en el desierto
y desamparo en la nada.
La mano abierta
y el puño cerrado con rabia.
El pesimismo más hondo
y la alegría más temprana.
La caricia entorpecida
la dureza más liviana,
el desolado vacío
la paciencia alimentada
quien tropieza con su sombra
y quien de repente calla.
Soy el sueño destemplado
de la noche enamorada
lo que no llega y se va
la frialdad de la llama
el dolor de haber nacido
la libertad acorralada,
el destino compasivo
la realidad acordada
lo inútil de la existencia.
Soy, homínidamente humano.