tadeo.m

X

 

El mar inmóvil

muere de pronto en la orilla;

atrás queda

la repetición constante de las olas,

la espuma que brama
en una superficie que ya es ajena;

ahora hay una mujer de arena
que abre los brazos y recibe
toda el agua, la besa,
tiene el don de la bienvenida;

y entonces empieza
esa otra parte del mundo,

ese costado que, desde el agua,

parecía un espejismo/