Alberto Escobar

Hoy no estoy poético

 

Un obstáculo
es un peldaño.

—Marco Aurelio. 

 


Pasan cosas. 
Vivir es que te pasen cosas, siempre.
Que te pasen cosas está bien, a veces son buenas, otras malas; las malas las sufres, 
las buenas compensan los sinsabores de las malas—así funciona la vida.
Cuando te pasan malas piensas que qué bien si estuviera muerto para no sufrir,
y cuando te pasan buenas te alegras de que la vida no te hiciera caso entonces.
Pides a la vida sin decir nada en ocasiones, solo con tus actos, que te conceda 
una clase de vida determinada, con unas características concretas, basada en un ideario
concreto, y te hace caso, pero no piensas en que al dártelo va a pasar cada mes
por tu casa cual si fuera un cobrador del frac para que liquides tus facturas. 
Cuando la vida te hace caso, te da la vida que le pides día a día con tu manera de vivir,
le haces una fiesta, le das las gracias por portarse tan bien contigo, y te alegras de vivir,
pero cuando se pasa por tu casa, llama a la puerta a horas intempestivas, te enseña
un papel en blanco con números en negro, y te exige el pago, la cierras de repente
en su cara sin contemplaciones, con cajas destempladas, maldiciendo a su madre,
a su casta, cuando viene solo a hacer justicia, a saldar una cuenta que libre abriste,
pensando que todo el monte era orégano y que la vida se vive como si fuera Jauja. 
La vida se queda detrás de la puerta y vuelve a llamar, coge el aldabón con fuerza y golpea
la madera con más energía todavía que antes, no acepta un no por respuesta, vuelves
a abrir y bajas la cabeza con la mano abierta para que sobre ella deposite la factura. 
En ese momento, justo, ingresas en el desengaño, esa sensación que consiste en que
la vida va en serio —como dijo Gil de Biedma en su más célebre poema— y que tienes,
cuando en tu tráfago diario haya un hueco, que sentarte en la próxima piedra al borde
del camino y hacer balance, equilibrar los debes y los haberes de tu contabilidad. 
Es en este momento cuando se alcanza la madurez, cuando te coscas de qué va esto, 
cuando te caes de tu caballo como se cayó San Pablo, y empiezas a valorar lo que tienes. 
A veces el bienestar —no puedo utlizar la palabra felicidad porque se está reparando—
reside en esperar, en pensar que ese vacío que dices que tienes se llenará tarde o temprano
por estadística, porque de tanto ir el cántaro a la fuente alguna vez se llena, y si se llena,
aunque sea para dos vasos, produce una alegría —evito la susodicha palabra— que justifica
por olvido cualquier sinsabor, negativa o frustración anterior —lo mismo la esperanza
se queda en eso, pero cuando eso ocurra no serás consciente porque estarás ya muerto. 
Si tu meta es el amor es que has elegido el camino correcto, no hay mayor empresa 
ni más satisfactoria, creo. 
Si no conviertes tus obstáculos en peldaños la vida se hace demasiado cuesta arriba...